viernes, mayo 30, 2014

La inmolación de los penitentes

Se terminó la ilusión y también la angustia. El final de una era sorprendió a los más optimistas, quienes, abrazados a los heroicos treinta puntos, esperaban gambetear el anunciado destino saliendo airosos de una batalla desigual. Este equipo limitado, plagado de juveniles que enfrentaron con hidalguía, a lo largo de diecinueve fechas, las tortuosas vallas de la carrera por la permanencia, llegó al partido desempate con el combustible agotado. Sin reservas físicas, consumidos mentalmente y obligados a cambiar el chip para ir en busca de los tres puntos, demostraron lo difícil que es alcanzar el objetivo apelando sólo a la fuerza interior, el compromiso por los colores y la responsabilidad que exigía el momento. Siempre hace falta un plus, la templanza y la experiencia para aguantar la presión y el toque de fútbol del que carecieron durante todo el certamen.

Tirando por tierra el latiguillo del cual los cómplices se aferran para darle una vuelta de tuerca al asunto y dejar en un segundo plano su activa participación en el latrocinio, de este descenso hay culpables por todos lados. A la falsa pertenencia la bancaron los socios con su voto en tres oportunidades. Por comodidad, por interés, por la misma soberbia que durante siete años y medio la representó de cuerpo entero. Los actuales directivos, quienes nunca levantaron la voz para denunciar a la peor y más corrupta administración de la historia; el mismísimo presidente, conocedor absoluto de muchos desmanejos que no puede negar; el eterno gerente, partícipe necesario del descalabro institucional. El parodismo vernáculo rastrero, que hoy se pone el traje de pobre estafado en su buena fe. Los simpatizantes en general, por su desidia consuetudinaria.

La segunda categoría pasó de ser una eterna negación, motivo de burla constante como parte indispensable del mal llamado folclore del fútbol, a tangible realidad. De ahora en adelante se pondrá en juego la capacidad de la dirigencia, no sólo para armar y llevar a cabo la ingeniería necesaria que asegure el regreso a primera división, sino también para garantizarle un castigo ejemplar a la banda en fuga en el ámbito de la justicia. En cuanto a la afición, aunque ahora parezca resignada y ya esté lanzada al ingenuo juego del armado del plantel que enfrentará el próximo semestre, sólo la salida al campo de juego en el primer encuentro en otra divisional le hará caer la ficha de la dolorosa penitencia impuesta por haber avalado la arrogancia delirante de un grupo sin escrúpulos que terminó vaciando la institución. Antes de aprender de los errores hay que aceptar la comisión de los mismos.


APOSTILLAS

Magro recuento. Decretado el descenso, el presidente emitió un comunicado de agradecimiento a hinchas, jugadores y cuerpo técnico, haciendo hincapié en que los "responsables son otros". Livianamente habló de "reacomodamiento económico", de las expulsiones pero no de las rebajas de penas a un par, de la "ratificación" del boceto del balance dejado por la corruptela anterior y la contratación de un abogado querellante. Rebuscado y bastante endeble.

Trastorno bipolar. Antes de la gran final dijo que había encontrado "su lugar en el mundo"; después de la derrota afirmó "me voy porque les fallé"; al día siguiente le mandó un mensaje al presidente, "lo dejo a tu criterio"; horas después confirmó que va a estar a la cabeza del "operativo retorno". Habrá que ver qué plantel puede formar y si es capaz de transmitirle al equipo la misma enjundia pero con diferente objetivo. Las circunstancias, aunque parezcan similares, no son las mismas.

Ojo clínico. Otro que está saboreando las mieles de la venganza es el líder de la oposición que nunca se calló y, soportando toda clase de insultos desde los cuatro puntos cardinales, alertó siempre acerca de la clase de facinerosos que dirigía los destinos de la entidad. Con la falsa pertenencia en desgracia, curiosamente, se activaron todas sus denuncias, y otras nuevas empezarán a engordar la causa. Merecería un desagravio público de parte de todos los que censuraron su accionar o por lo menos un «tenía razón».

Inmundicia asquerosa. De servil chupalerche, el más nefasto parodista vernáculo de todos los tiempos, pasó a chupahincha de la primera hora. Después del obituario de apertura en la transmisión, que dejó una sensación de mal augurio, no ahorró elogios para la masa sabalera, la que estaba presente, colmando las gradas, y la que no. Hombre prevenido, vale por dos. No quiso tener que salir, otra vez, de un estadio en patrullero. Guarda con los allanamientos, en ciertas ocasiones, pueden ser contagiosos.