
El último, sin el atributo que consagró entre los simpatizantes al anterior, intentó engrosar su escuálido curriculum haciendo del chupamedismo, hacia dirigentes y dirigidos, un ejercicio diario. Espacio para el trabajo y la búsqueda de un patrón de juego, escaseó. Por votación unánime de las gradas, y a pesar de la buena sumatoria de puntos, lo eyectaron de la cordial porque de local el equipo daba pena. Ahora le tocó el turno a un hombre de la casa, quien ya expuso sus argumentos. Hasta encontrar la identidad, va a echar mano del sentimentalismo para arrancarle a este plantel lo que, mezquinamente, tiene escondido. Y otra vez vuelve a ponerse sobre el tapete la palabra mágica que define el hecho de vestir con orgullo una camiseta.
Con algunos matices, la historia parece volver al inicio. Si bien esta etapa comenzó mejor que la primera, la máxima autoridad le fijó un límite. Hasta fin de torneo. Considerando el fixture que le espera al sabalé, y si se mantiene el envión que generó el cambio, el panorama no parece que vaya a inclinarse hacia el lado de lo dramático. Superar la mitad de tabla sería un logro que, de todas maneras, no avalaría la continuidad más allá del término impuesto. Bracear en la medianía, ídem. ¿Pelear el campeonato? Semejante situación pondría en una disyuntiva a los cráneos de la comisión. Por ahora, la "apuesta" apunta a cerrar en paz el semestre, celebrar el acontecimiento continental y tal vez, quizás, en una de esas, que del futuro se ocupe otro presidente.