miércoles, mayo 21, 2014

Corazón en llamas

Las suspicacias que empañan cada definición de torneo, en esta oportunidad no faltaron a la cita. Durante la semana previa, la palabra incentivación y las consabidas pero poco creíbles desmentidas coparon los titulares de los medios, no se sabe si para ponerle un poco más de emoción a los cruciales choques o por esa mal llamada viveza criolla que tanto caracteriza a los involucrados en el negocio. Lo cierto es que el rival, salvado una fecha antes del abominable descenso, venía cargando la mochila de la duda. Sabido es que en las arcas de la institución no hay un cobre partido al medio, pero, en ciertos casos de fuerza mayor, siempre aparece alguna abultada billetera dispuesta a hacer un sacrificio por el club de sus amores.

Como para muestra basta un botón, a los dieciocho minutos del segundo tiempo, cuando un defensor adversario cabeceó una pelota que fue a parar al fondo del arco local, medio mundo quedó patitieso ante un extraño pedido de disculpas en reemplazo de un desaforado grito de gol. Las posteriores explicaciones del protagonista en cuestión sonaron tan ridículas que no convencieron ni a su propia afición. El hombre de negro también tuvo un papel preponderante en la obra. Cobró dentro del área una mano casual y lo más llamativo, luego de adicionarle al juego tres minutos, de forma inexplicable, para que se pudiera ejecutar un tiro libre, agregó uno más, cuando el reglamento señala que la única jugada que amerita dicha prerrogativa es el penal.

En la entidad madre, las paredes susurran que la mano del don anduvo haciendo de las suyas. Por un lado, intentó compensar, en parte, la sanción que sería imposible revocar. Por el otro, como señal de buena voluntad. El futuro puede tener otro color si las acciones contra la falsa pertenencia quedan suspendidas en un limbo permanente. A la hora de la verdad, ninguna especulación adopta un valor tangible para quienes laten al mismo ritmo que los colores. Para las enardecidas almas que empujaron esa última bola con una fuerza sobrenatural multitudinaria lo único importante fue ganar una nueva oportunidad. La de demostrar que treinta puntos no fueron casualidad y que la convicción de quedarse en primera está más firme que nunca. La última chance tiene un serio pretendiente.


APOSTILLAS

Agujero negro. Los investigadores encargados de seguir la ruta del dinero de la banda en fuga, para armar un balance medianamente potable, se quedaron cortos con los números rojos que presentaron ante la asamblea. Los chanchullos blanqueados provocaron escalofríos; los que quedaron en la nebulosa, taquicardia. Cuando haya voluntad y tiempo de indagar en profundidad el asombro no tendrá límites.

Memoria activa. El entrenador lo tenía atragantado y lo soltó cuando no aguantó más la carga. El desaforado pedido de mantener vivo el recuerdo del ex primer mandatario sonó a desahogo. Ni el esfuerzo de alcanzar los treinta puntos consiguió librarlo del padecimiento de una definición para el infarto. Merece un aplauso la valentía de citar con nombre y apellido a quien ningún dirigente se atreve a mencionar.

Guerra santa. La dupla que anima los mediodías asoleados, enemigos íntimos de la falsa pertenencia, está pergeñando una reseña histórica de la gestión más desastrosa y corrupta de la historia. Habrá que ver si se atreve a dedicarle un capítulo al parodismo rastrero colaboracionista que comparte cotidianamente su mismo espacio laboral. Si se van a despachar con todo no pueden olvidarse de los serviles chupalerches.

Vergüenza ajena. La horda de arrebatadores que invadió el campo de juego para llevarse un recuerdo de la épica jornada no merece figurar en un listado de hinchas fieles. Sabiendo la situación económica de la entidad, despojar, violentamente, a los protagonistas de su indumentaria deportiva pareció más un acto de delincuencia que de amor por los colores. En medio de la barbarie resultó violento y penoso ver a los pibes aguantando el saqueo.