jueves, septiembre 28, 2006

Yo no fui


No hizo falta mencionarlo. Una vez hecha pública la cifra de la deuda de Colón todos los dedos índices sabaleros apuntaron a la figura del innombrable. Tampoco se hizo esperar su aparición mediática para deslindar responsabilidades. Y no mucho más que eso. Palabras vacías, ninguna explicación lógica, ninguna respuesta clara que permita entender cómo se llegó a esta situación. Hoy, su único interés pasa por conservar limpio su ilustre apellido. Insistiendo en destacar todo lo que le dio a su querido club y repartiendo algunos palitos para ex compañeros de ruta y actuales dirigentes.

Con un estilo campechano, tranquilo, casi paternal, platicó durante una hora y media, rodeado de una escenografía condescendiente, en un atmósfera relajada –tanto como lt9 puede ofrecerle–, sólo sobre aquello que consideró conveniente a sus particulares fines. Que vuelve para aclarar muchas cosas, que está intentando iniciar un proceso de concertación, que no quiere echar más leña al fuego, que no pretende interferir en las decisiones, que el tema económico es ampliamente superable, que no es opositor de nadie y bla… bla… bla…

Si algo hay para destacar dentro de tanto parloteo insulso es un tibio, minúsculo, “mea culpa” esbozado respecto de la colosal deuda con la Afip: “No se buscó ser un evasor con el club. Se adoptó una postura que a lo mejor me he equivocado, puede ser que lo admita; no solamente yo, todos los que conocían el tema dijeron que sí” (sic). Con lo que dejó bien en claro que no estuvo solo cuando decidió aplicar la política de patear para adelante la cuestión impositiva. La respuesta llegó el domingo. Quien se sintió afectado por estas declaraciones, el actual –y anterior– dueño de la llave de la caja fuerte rojinegra, le respondió acusándolo de haber abandonado el barco en plena tempestad, con conocimiento de causa.

Dichos van, dichos vienen, las aguas no se calman por la entidad del barrio Centenario. Ninguno de los involucrados quiere quedar sindicado como partícipe necesario en esta hecatombe sin techo. Como están planteadas las cosas, será difícil salir sin heridos circunstanciales o permanentes de semejante maraña discursiva. Porque, en definitiva, las culpas existen, aunque los culpables no lo acepten.


APOSTILLAS

Dijo: “Que se quede tranquila la gente, que a Colón no le van a rematar la cancha”. Una columna de incrédulos colonistas ya se está movilizando rumbo a Guadalupe, por si las moscas.

Dijo: “Me enteré que en Colón estaba en peligro de remate la cancha por los diarios”. ¡Naaaaaa! ¡No mintás!

Dijo: “En la calle nadie, cara a cara, me ha reprochado nada; paradójicamente me piden que vuelva”. Incontables aficionados rojinegros han comenzado a mirarse de reojo.

Dijo. “No voy a opinar del plantel. No quiero entrar en críticas”. No hizo falta, se entendió clarito.