martes, noviembre 01, 2011

Noche de brujas

El triunfo exorcisó, al menos momentáneamente, unos cuantos demonios que tenían a maltraer al mundo rojinegro. El prestigioso apellido del primer mandatario no estuvo presente en el repertorio que suele entonar la afición bien nacida en su conjunto, el conductor salvó el pellejo, la muchachada puso de manifiesto su compromiso con el ciclo y el goleador histórico volvió a las primeras planas de los medios vernáculos. Las conversaciones con los técnicos tanteados durante los últimos días también quedaron en suspenso, a la espera de que la ocasión amerite retomarlas. Por lo pronto, la cosecha de puntos está avalando la estrategia pergueñada por los cráneos que acreditan experiencia en la cuestión. Porfiarle a la adversidad, con una buena dosis de victimización, hasta que el panorama aclare. Una particular interpretación del "todo pasa".

La aceitada maquinaria que intenta con denuedo convencer a la parcialidad de las bondades del proceso, y que exprime un resultado favorable hasta dejarlo seco, navega las aguas de la frustración. Curadas de espanto, las gradas no perdonan; y lo que es peor, tampoco confían. No perdonan la vergüenza del clásico, no perdonan las posibilidades perdidas para pelear el título, no perdonan la ausencia de una identidad que ya lleva siete largos meses de búsqueda, no perdonan el acomodaticio e inconsistente discurso del entrenador que bailotea al ritmo del libreto que le tiran los pinches a sueldo. Tampoco perdonan la mentira sistemática a la que fueron sometidos por todos los estamentos institucionales, que posicionaron el nombre de la entidad al tope del bochorno nacional. Los porotos se festejan, pero la memoria recuperada, luce hoy el traje de la exigencia.

Reclamar menos discursos falaces y más hechos concretos es un derecho adquirido. Un punto donde los mediocres se abstienen. Tal vez por ese puñado de conformistas sería injusto no darle un tris de crédito a los obsecuentes pagos; esos que, para aplacar los ánimos que ponen en peligro el futuro de la gestión -y el propio-, sostienen casi al borde del paroxismo: "¡Pero si en ciento seis años no ganó nada!". Argumento que apunta a cortar de cuajo la capacidad de razonamiento y, por ende, de crítica. Cuantos menos piensen y cuestionen, más aire para la falsa pertenencia y sus adláteres. Para buena parte de la masa sangre y luto hace rato que algo se rompió. Ese lazo que une incondicionalmente a la pasión con sus representantes. Mucho deberán hacer para recomponerlo. Mucho más que tres puntos ganados gracias al olfato del goleador histórico y una ayudita extra.


APOSTILLAS

El silencio es salud. Tan afecto a la verba incontinente, el excelentísimo señor presidente se quedó mudo ante el juez que investiga la desaparición de la sagrada imagen que presidía el ex cementerio. Seguramente pensó en guardar la artillería por si hacía falta pelarla en la docta ante una eventual eyección técnica. La avanzada de apoyo también hizo acto de presencia. Buena gente.

El de siempre. Esgrimiendo sus dotes naturales, el impresentable vice le hizo una visita de cortesía a la dupla que anima los mediodías asoleados. Los sorprendidos anfitriones lo invitaron a coordinar un encuentro más oportuno pero no consiguieron ponerse de acuerdo. La vehemencia en el intercambio de opiniones retumbó en toda la cuadra. La cosa seguirá en tribunales. Calor humano.

Fusible en corto. A pesar del triunfo, algunos protagonistas no pudieron disimular la acidez que los viene aquejando. Tal el caso del otrora serio y medido guardameta, quien en medio de la euforia por el triunfo vociferó un "así nos dejan de joder un poco". Al parecer, los reclamos de la afición, encuadran en una categoría bien definida. Las abnegadas figuras no se manchan. Lógica primate.


Vuelo bajo. La "estupenda" y "brillante" actuación del equipo le devolvió el alma al cuerpo al chupalerche primero, quien ya se estaba quedando sin argumentos a la hora de defender la causa. Para la posteridad quedará su diagnóstico de trastornos de carácter fóbico y la recomendación de sesiones de psicoterapia para superar la adversidad. Uno que no pasa el desafío de la blancura.