sábado, julio 14, 2012

El jardín de los cerezos

Otra estupenda idea. No podía esperarse menos de una figura predestinada al bronce. Incorporarse al universo de los ciento cuarenta caracteres para hacer más estrecho el contacto con los simpatizantes, no sólo es una iniciativa de avanzada en materia de comunicación directa y masiva -aunque pinte como moda pasajera-, también es una forma elegante de acabar con los "incompetentes, buenos para nada" que hasta ahora sólo le han ocasionado disgustos y enormes pérdidas económicas -plata tirada, que le dicen-; y de paso, le viene de perillas para dar rienda suelta a su narcisismo galopante. Este humilde servidor, después de felicitarlo, le aconsejó ser constante en el uso; ésa es la clave para mantener a todos los interesados comiendo de su palma, incluso a la caterva de obsecuentes que ya ve cómo una mente brillante le arruina de un plumazo el negocio.

En materia de irritación, estos últimos días los ejemplos sobraron. Primero pactó una disculpa pública con el hereje en huida. Una patada al hígado le resultó el misérrimo titular que pergeñó el chupalerche primero -que, entre paréntesis, le costó un perú- en el pasquinejo vernáculo después de no haber conseguido la rectificación deseada. Para borrar rápidamente de la memoria colectiva -y de la propia- la fallida operación, ordenó una larga exposición para la posteridad del joven secretario técnico a fin de tirar algunas puntas buena onda y concentrar la atención en las gratas sorpresas por venir. En cuanto a incorporaciones, nada de suministrar nombres concretos, lo mejor en estos casos es crear un halo de misterio, largar datitos de a poco como para incentivar la imaginación; del resto se encarga la afición, barajando apellidos orgásmicos que ayuden a pasar el receso invernal.

El nuevo chiche tiene otra valiosa aplicación. Poner en evidencia a los indisciplinados, ningunearlos y, en última instancia, gastarlos por volver con la cola entre las patas demuestra un manejo de las relaciones humanas, con incidencia inmediata en las laborales, privativo de una inteligencia superior. Una estrategia infalible para aleccionar a los cuadros desacatados y guay de que durante el desarrollo del torneo se insinúe algún solapado pase de facturas, porque ahí se vendría el escrache en versión retuiteado. Lo mismo corre para los que coquetearon con otros destinos y no les quedó otra que bajar el copete. Se trata, como sabiamente suele expresar el primer mandatario, de generar conductas. En igual sentido fluye el aviso para el parodismo rastrero. Ahora las primicias tienen exclusividad; como fieles mascotas falderas, no les quedará otra que trotar detrás de la primera mano. Admirable.