lunes, noviembre 02, 2009

El mejor entre los mejores


Las leyes penales establecen que determinadas causas menguan la responsabilidad criminal. La falta de intención, la motivación altruista o patriótica, la confesión, el arrepentimiento, entre otras, son consideradas circunstancias atenuantes a la hora de juzgar una conducta delictiva. Por el contrario, las que complican la situación, la premeditación y alevosía, el ensañamiento, el empleo de la astucia, fraude o disfraz, el abuso de superioridad o confianza, son catalogadas como agravantes. Si le tocara sentarse en un hipotético banquillo de los acusados, su caso estaría plagado de las segundas y no de las primeras.

Si se evaluaran, prima facie, sus antecedentes, difícilmente esquivaría una dura condena. En el medio, todos lo conocen y saben de su inclinación a la reincidencia. Además, teniendo en cuenta que ya hacía sesenta minutos que atosigaba al árbitro con reclamos y protestas subidas de tono, la exagerada enjundia con que fue a disputar la pelota de la discordia apuró la decisión del juez en primera instancia. Después, la historia prosiguió de la peor manera. Gestos a la platea local y declaraciones públicas desmedidas. “Nos metieron la mano en el bolsillo”, dijo, tildando de ladrón al hombre de negro. Cartón lleno.

Que su séquito de pléyades vernáculo intente cubrirlo con la túnica de la inocencia y pida clemencia por tamaña injusticia, resulta cuanto menos cómico por no decir patético. A nadie escapa que el goleador histórico rojinegro, devenido en modelo publicitario, ha demostrado ser un experto en el arte de la simulación, de todo tipo y calibre. “Creo que tiene que haber un replanteo entre todos nosotros. Tenemos que fijarnos las cosas que estamos haciendo mal, corregirlas, tratar de no comprometer a los árbitros y no simular tanto como se está simulando”, señaló. Parece chiste. De todas maneras, las transgresiones de los ídolos prescriben rápidamente en la memoria de la afición. Así es el fútbol.