miércoles, abril 22, 2009

Con los pies en la tierra


Mientras la afición aguarda con las pulsaciones a mil el encuentro ante el puntero del campeonato, la muchachada no abandona el discurso cauteloso, por lo menos ante la opinión pública. El plantel es consciente de que aún no es momento de exteriorizar sus propias ilusiones. Y no sólo debido a las malas experiencias que hasta hace poco tiempo tuvo que padecer, sino para ponerle un solapado freno a la consabida presión de su gente. El Brigadier no es un escenario fácil cuando de situaciones límite, buenas o malas, se trata. La histeria colectiva que se apodera del estadio cuando las cosas no salen desde el instante en que la pelota se pone en movimiento, puede jugarle una mala pasada a más de un protagonista.

Tampoco es cuestión de tomar el duelo del domingo como si se tratara de una instancia definitoria. Si el resultado no es del todo favorable, las posibilidades de seguir en carrera por una posición de privilegio seguirán intactas. Si bien es cierto que será una buena oportunidad para demostrar el grado de madurez alcanzado por este equipo cuyas aspiraciones, al inicio del torneo, eran otras, falta mucho para que sea dicha la última palabra. Ahora es el momento de demostrar templanza, serenidad, equilibrio, solidez y de fortalecer la convicción en pos de un objetivo que fue cambiando con el correr de las fechas. Y por supuesto, ignorar el insoportable apremio de algunos medios locales, que ya gastan a cuenta de futuras glorias.

No cabe duda, de que todos los involucrados en esta aventura, devenida en increíble osadía, no ven la hora de cambiar la prédica contenida, sin embargo sería prudente mantener la mesura conceptual. La paciencia y la humildad también son cualidades dignas de cultivar en estas instancias. Además, en cierta forma, también se evitaría el insoportable asedio de la fastidiosa prensa porteña, que puede hacer trizas la estabilidad mental de profesionales tan acostumbrados al sosiego vernáculo. Por otro lado, se espera que desde las tribunas, la falange sangre y luto sepa acompañar, haciendo gala de las mismas virtudes que se le piden al equipo dentro de la cancha. El disfrute bien entendido depende de que cada parte haga lo suyo.