
Colón acostumbra a dar este tipo de sorpresas. Cuando parece sumido en una agonía sin retorno y condenado a la fría caricia de la parca, demuestra que aún tiene fuerzas para permanecer en el cosmos de los elegidos. Puede ser una reacción, puede ser una ilusión. Habrá que tomar con cautela el resultado conseguido y esperar el desarrollo de los acontecimientos para permitirle a la tranquilidad que alcance su máxima expresión. Por lo pronto el desahogo está permitido, sobre todo para aplacar esa angustia contenida que parecía inacabable y que anoche trastocó en delirio, disfrutado por muy pocos en vivo y por muchos a través de la distancia.
Con el sosiego que llega una vez pasada la algarabía vendrán las conjeturas; que el devaluado oponente no fue medida; que el funcionamiento, más allá de los goles, fue moderadamente bueno sin llegar a excelente; y hasta que pudo haber alguna ayudita extra. Es probable que los aditamentos sean de diversa índole. Lo cierto es que los muchachos recobraron la confianza en sí mismos, un atributo fundamental a la hora de medir capacidades. La recuperación podrá ser momentánea o definitiva, sólo ellos tienen la respuesta. Otro punto a destacar tiene que ver con los cambios de posición que pergeñó el entrenador; sin dudas, buena parte del crédito le pertenece en exclusiva.
De ahora en más el desafío irá en aumento. Los encuentros más cruciales están por venir y con ellos la definición del torneo. Si bien sería una utopía pensar en una seguidilla de triunfos que le permita al sabalero acomodarse mejor en la tabla y respirar aliviado, la armoniosa actuación que brindó el conjunto bajo el cielo de Avellaneda reaviva las esperanzas de la afición. Para el futuro inmediato, habrá que tener en cuenta el planteo de los adversarios a enfrentar y analizar con sumo cuidado las estrategias que permitan superar escollos, a sabiendas que los rivales directos no serán presas fáciles. Por último, será cuestión de que el simpatizante también recomponga lazos con la confianza.
APOSTILLAS



