viernes, marzo 20, 2009

La distorsión como estandarte


La desfachatez con que algunos personajes del mundo Colón manipulan el significado de ciertas palabras resulta pasmosa. Sin lugar a dudas, el término más recurrente, el que más circula de boca en boca, el más vapuleado por estos días, es el que remite a un estado de cosas ficticio. La dirigencia jura y perjura que este presente es producto de un “proyecto” minuciosamente estudiado, el parodismo a sueldo repite y potencia el argumento central y determinado sector de la afición rojinegra se deja engañar sin pensar en profundidad acerca del tema. Exponer la realidad de este modelo sabalero dos mil nueve como producto de un concienzudo plan de trabajo es una de las grandes falacias de la actual conducción.

Y no sólo puede apreciarse, desde el inicio de esta gestión, un manejo espurio de vocablos castellanos, también es moneda corriente la distorsión de contextos, hechos y situaciones. Sin ir demasiado lejos, es posible encontrar una minúscula prueba en el suplemento institucional que publica el pasquinejo vernáculo, bajo la fachada de sección deportiva, del pasado domingo. Según un escueto recuadro destacado, dieciséis de los treinta y tres profesionales del plantel son pibes surgidos de las inferiores. Tal afirmación, además de un burdo intento de comparación con el adversario de la fecha, parece una tomada de pelo a la masa colonista. Números y nombres significan poco cuando no hay fundamentación seria que los sustente.

Primero y principal, tomando como fuente irrefutable la página oficial, los números no concuerdan. Tal y como se publica en la web, el plantel está compuesto por veintinueve jugadores –extrañamente no aparece el turista con ¿o sin? porvenir–, de los cuales trece son producto de la cantera sangre y luto. Tres ya pueden ser considerados veteranos, otros tres vienen siendo protagonistas más o menos regulares y siete figuran simplemente para la foto. De estos últimos, si bien alguno ha debutado y otros suelen completar el banco de suplentes, está claro que ninguno representa, para el entrenador, una opción válida a la hora de los bifes. La continuidad de un dt y la instalación de apellidos en los medios, no son sinónimo de “proyecto”.