miércoles, octubre 30, 2013

Pescado rabioso

Ni las masivas concentraciones, ni los pedidos de renuncia. Una nueva derrota precipitó los acontecimientos. Sin embargo, a nadie escapa que la solicitud de licencia por tiempo indeterminado viene atada a los próximos resultados deportivos. La estrategia es descomprimir hasta que soplen vientos más benignos y las enfurecidas hordas calmen su sed de sangre. Mientras tanto, los laderos tratarán de estirar las definiciones lo máximo posible. Algo está muy claro, las sanguijuelas seguirán chupando la sangre de su víctima hasta el último aliento. Si la cosa se pone muy pesada, se atrincherarán en sus puestos, confiados en que la lentitud y los vericuetos de la justicia les tenderán una mano. Las mil y una formas de resistir a la presión ya están puestas en marcha.

Para esperar algún tipo de efecto positivo habrá que armarse de paciencia. Los que viven de la institución no tienen nada más que hacer que cuidar la fuente de su bienestar, mientras que la masa societaria comprometida con la realidad puede desgastarse fácilmente. La idea de dilatar respuestas apostando a que los autoconvocados se cansen de reclamar, a que en cada llamamiento el número de asistentes disminuya, es la primera que aparece en el manual de resistencia de los infames. Otra arista estará dada por una supuesta apertura, que consistirá en tirarle la pelota al líder de la oposición y demás cabezas de agrupaciones menores para terminar, en caso de no acordar, responsabilizándolos por la falta de voluntad para sacar de la coyuntura a la centenaria entidad. Una maña demasiado conocida.

Para hacer tronar el escarmiento hace falta empuñar el estatuto, única munición temida por quienes, paradójicamente, se han cansado de violarlo. Seguir los pasos que indica la biblia de los verdaderos dueños del club, iniciativa difícil de concretar considerando la falta de disposición que suele demostrar el socio activo cuando de poner la cara se trata, no quita que un hecho extraordinario pueda suceder y dar vuelta la historia. Si quedara algún miembro de comisión directiva con una pizca de vergüenza -testigo del latrocinio y que haya callado por lealtad a ciertos personajes-, debería presentar la renuncia para propiciar la acefalía y el consecuente llamado a elecciones. Tal vez, pensando en no quedar pegados a posibles delitos, unos cuantos decidan dejar solos a los pocos que en nombre de intereses espurios hoy la juegan de víctimas.


APOSTILLAS

Meditación trascendental. En ejercicio de un reposo obligado en su confortable residencia, el excelentísimo señor presidente, hoy autolicenciado, está pensando en cómo congraciarse con el don para que no lo desampare en estos momentos aciagos. No quiere volver a la chatita y a vivir de prestado ahora que conoció las mieles de la opulencia. ¡Deschavate farabute, no naciste pa' cafishio!

Blanco móvil. Mientras el impresentable vice, haciéndose el oso respecto de los manejos dirigenciales, disfruta de calentar el sillón que leal y pacientemente esperó durante años, la investigación judicial que puede cortarle el sueño de golpe sigue su curso. Por lo pronto, la noticia ya traspasó fronteras y fue tema de picante artículo en diario deportivo de distribución nacional. ¡Si soy un delincuente, que me perdone dios!

Letra de tablón. Si lo que pasó en el primer tiempo le dio por las pelotas va a tener que acostumbrarse. Con el equipo que armó, difícil revertir la imagen instalada. Por más que insista con que los pibes ya no son pibes, está visto que les falta capacidad y espalda para enfrentar el momento. Especular con que la efervescencia juvenil va a suplir otras carencias es no conocer el paño. ¡El que con chicos se acuesta, amanece bien... resfriao!

Olor a cala. El chupalerche primero está desesperado. No soporta la idea de perder las prebendas que elevaron exponencialmente su nivel de vida y en especial la posibilidad de seguir acumulando millas de la mano del primer mandatario. Apelar al lloriqueo de otros que están en su misma situación es una táctica pueril que no va a dar resultado. Ya no quedan abombados. ¡Exhalaron notas tristes los gangosos bandoneones!