
Hace unos días, en cercanías de SF, se llevó a cabo una reunión secreta. “Ahora es el turno de ustedes; yo los traje, yo los banqué y en este momento necesito que me lo retribuyan ¿si?” Los tres personajes sellaron el acuerdo, en la capital de la cerveza, con un buen tinto. Al día siguiente, el capitán puso en marcha la “operación triunfo”; habló con el 23 y le dio una orden: “El viernes salís con la rojinegra”. De esta manera comenzó a gestarse la victoria que sacó, provisoriamente, del atolladero a unos cuantos. La conquista aplacó los ánimos y encendió una luz de esperanza. El desafío será repetir actuación y resultado.
Después de una semana calentita, los muchachos le obsequiaron una victoria a su gente. No estuvo mal. El equipo mostró mayor compromiso, fue protagonista y por momentos jugó buen fútbol al compás del empuje de la afición. El debutante manejó los hilos con intermitencias –él es así– y los cambios, en el segundo tiempo, aportaron una dinámica fluida con la que llegó el desahogo. Habrá que tener en cuenta que el rival especuló, cedió el campo y la pelota, esperó en el fondo e hizo tiempo desde el primer minuto; un escenario que complicó a Colón en los cuarenta y cinco iniciales, donde faltó profundidad y presencia en el área.
Para el delirio de la tribuna, en el complemento llegaron los tantos que definieron el encuentro, mediante buenas combinaciones y ubicaciones acertadas. Así fue como el sabalero sacó adelante un partido que en principio se perfilaba cargado de nervios e incertidumbre. El alivio generalizado, entonces, dará pie para que la tranquilidad domine la atmósfera con vistas a la próxima fecha, donde nuevamente se medirá la capacidad futbolística y anímica de los dirigidos por LA, quienes tendrán a su cargo la dura tarea de despejar las dudas que aún cargan sobre sus espaldas. Superar la prueba de visitante no será una empresa fácil.
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