viernes, abril 25, 2008

Campana de largada I


La quietud de la noche invitaba a la fiesta. Dos bellas señoritas, enmarcando el portal de ingreso, entregaban a los concurrentes cuatro hojas tamaño oficio –sin membrete– conteniendo una serie de premisas. Cuanto más atrás quedaba la avenida, más envolventes se hacían los acordes de una marcha contagiosa. En el corazón del recinto a cielo abierto, los colores sangre y luto podían respirarse. Una luz tenue permitía que las velas rojas, dispuestas sobre platos negros, destacaran la calidez de la atmósfera. Banderas, tirantes y globos al tono completaban la cuidada escenografía. Ningún detalle quedó librado al azar.

Frente a la mesa de los oradores, se alinearon los lugares destinados al auditorio. A sus espaldas, una gran bandera hacía las veces de telón de fondo. “Se puede - Compromiso de Raza - Nada es imposible”, podía leerse en letras blancas. A derecha e izquierda, unas cuantas mesas vestidas de blanco sostenían transparentes copas de cristal, signo inequívoco de la invitación final. La barra, para todos los gustos, ofrecía chop, vino y gaseosa. Mucho buitre rondaba la zona de expendio alcohólico. Buena parte de “la creme de la creme” del «parodismo» deportivo vernáculo merodeaba por los rincones con mirada famélica.

Pasadas las 21, y al son del “Vayan pelando las chauchas…”, los protagonistas ocuparon sus respectivos lugares. La figura central fue flanqueada por referentes de agrupaciones afines. Hubo lugar para las canas, las damas y la juventud. Los discursos cortos, algunos emotivos, no aburrieron a la conspicua concurrencia. El cierre, a cargo del candidato a presidente, despertó los aplausos generales. LH, con entrecejo fruncido, tuvo su noche soñada; MGA, con sonrisa exultante, también. Una presencia llamó la atención. Al parecer, el que viste sotana roja, cuando el refrigerio es gratis, archiva las animosidades manifiestas en el arcón de los recuerdos. [Continuará]