miércoles, mayo 12, 2010

Guiñapos en la oscuridad

Al final de un nuevo bochorno, el entrenador y el goleador histórico sentaron posición. “Me voy enojado, no sé qué pasó”, dijo quien armó el circo. Seguidamente, llovieron las excusas. Que uno jugó lesionado, que otro jugó con un problema estomacal. Después, fue el momento del verso para la tribuna. Que faltó inteligencia para manejar la pelota. Que las tres pepas llegaron por errores propios. Todo sonó a descargo, como si él hubiese sido un mero espectador sin ingerencia en la puesta de la obra. Los malos resultados, al parecer, le provocan amnesia. Olvida que este grupo lo armó él, incorporaciones incluidas, y que juega a su imagen y semejanza. “Voy a tomar decisiones”, lo afirmó, se retractó, lo volvió a afirmar.

Enfocado en la misma línea, habló el veterano referente, un sujeto al que le cuesta incluirse cuando analiza el predicado de actuaciones para el olvido. “Algunos no saben aprovechar las oportunidades”, disparó, con mira telescópica, hacia determinados compañeros de lucha. No se puede negar que él, considerando sus limitaciones, intentó cumplir con su parte. Simuló una falta para ganar un tiro libre que murió sin pena ni gloria. Más no pudo, sus laderos ni siquiera le mandaron una bocha al área como para fabricar un penal y cambiar el destino de un final anunciado. El “jugamos mal”, sonó como a “qué más me pueden pedir a mí”. Interiormente, sabe que también tiró la toalla antes de tiempo. Desear una yapa es demasiado.

Así las cosas, la última ficha que queda por jugar, puede intuirse perdida con lastimosa anticipación. Fin de torneo. Fracaso sin atenuantes. Para lo que viene ya está marcada la cancha. “Tengo en claro lo que pasó, lo que necesito, lo que es el club y lo que vamos a hacer”, remató el dt. Sentencia repetida. Por otro lado, si el quid de la cuestión pasa por haberse reforzado “con muchos jugadores del ascenso” y por tener “cinco o seis titulares que están arriba de los treinta años”, pues no cabe duda de quién es el responsable. La dirigencia, dada su manifiesta ignorancia en materia futbolística queda liberada, en cierta medida, de culpa y cargo. Quien hizo y deshizo hasta ahora, tendrá la posibilidad de hacerlo nuevamente.


APOSTILLAS

Línea caliente. El “biondo gnocchi” no estuvo presente pero le dejó sus impresiones, en una charla íntima y privada, al chupalerche primero, quien intentó consolarlo explicándole que el primer tiempo había sido muy bueno. No funcionó. El excelentísimo señor presidente arremetió contra los protagonistas como en anterior goleada. ¡Menos mal que no salió al aire!

Rompiendo códigos. Enfrascado en buscar chivos expiatorios para encubrir su propio fracaso, el entrenador señaló al hoy tercer arquero de la celeste y blanca con un dedo injustamente acusador. Suscribir que en esta última etapa el guardameta tubo la cabeza puesta en otro lado es menospreciar el profesionalismo del único jugador que nunca lo defraudó. ¡Ciérrate sésamo!

Por los servicios prestados. Según dejó correr la dirigencia en boca de sus obsecuentes voceros, la joya que no salió de las inferiores del club sino que llegó formada, tiene muchas posibilidades de ser premiada con un pasaje de ida a las estepas ucranianas. Por un puñado de billetes frescos, la falsa pertenencia le vende el alma al diablo. ¡La familia del pibe… chocha!


La Destacada
Escalera al subsuelo. El triste papel que representa el chupalerche primero cuando defiende las megaconstrucciones ideadas por el ingenio y la creatividad del primer mandatario para tapar los fracasos deportivos, no hace más que confirmar su cada vez más profundo hundimiento en el fango de la desvergüenza. En lugar de torturar a lectores, oyentes y telespectadores ejerciendo un oficio que le queda grande debería sincerarse y, sin remordimientos, pasar a formar parte de la comisión directiva de la falsa pertenencia. Desde ese lugar, y junto al impresentable vice, tendría más llegada a los cerebros que pretende lobotomizar con su elemental prédica. De paso dejaría de quedar en ridículo cuando la dupla que conduce los mediodías asoleados le hace pisar el palito. ¡Qué dolor!