domingo, noviembre 09, 2008

Derritiendo corazones


Bajo el calcinante sol de la tarde santafesina, los valientes colonistas que se animaron a desafiar al implacable termómetro local, por primera vez en mucho tiempo, no se sintieron defraudados. Por primera vez en mucho tiempo, un halo de satisfacción acompañó a las gotas de sudor que recorrieron las enrojecidas frentes de una afición al borde del colapso. Por primera vez en mucho tiempo, los once gladiadores que le hicieron frente a la adversidad, con espíritu y voluntad, merecieron el aplauso sincero y desbordante de un estadio al rojo vivo. A pesar del calor, a pesar de las virtudes del rival y a pesar de sí mismo, la deshidratación que por momentos pareció correr por las venas, se transformó en torrente de agua fresca para calmar la sed de ambición del que buscó un premio para su gente.

Y la opinión de los simpatizantes fue –es y será– coincidente. Se puede jugar mal, se puede perder, se pueden agotar las fuerzas, pero nunca se puede resignar la dignidad dentro de la cancha. Por la extraordinaria razón de vestir la sangre y luto. Porque la camiseta obliga. Porque la camiseta amerita estima y consideración. Porque los simpatizantes sabaleros no merecen abandonar la cancha masticando continuas decepciones. Por lo tanto, es bueno que estos jugadores, por fin hayan entendido el punto en su justa dimensión. Porque así como son sabidas y aceptadas sus limitaciones, también, era hora de que ellos entendieran el verdadero significado de la sangre y luto; una casaca que no sólo hay que honrar sino que hay que hacer respetar ante cualquier adversario y en cualquier escenario.

Si bien, partidos son partidos, y nada asegura que se pueda repetir una actuación semejante, los protagonistas deben tener presente que el compromiso con la divisa no es negociable bajo ninguna circunstancia. De eso tienen que estar convencidos todos y cada uno de los que entren a la cancha. Es la única forma de abandonar el campo de juego con la frente alta, es la única forma de aspirar al respeto del hincha, aunque se pelee abajo, en la mitad de la tabla o por los puestos de privilegio. De una vez por todas, cada uno de los involucrados en la consolidación de Colón en la categoría –dirigentes, cuerpo técnico y jugadores– deben saber que el paso por los puestos de turno no representa ni una beca, ni una maestría, ni una excursión bien paga, porque el sentimiento sabalé acredita el compromiso de todos.


APOSTILLAS

Mi pasado me condena. El ex tesorero y ex hombre de confianza del innombrable, ahora secretario de inversiones y gastos (¡a la pipetuá!) de la falsa pertenencia, está en el horno. El próximo miércoles deberá visitar los tribunales locales para declarar como posible coautor del delito de evasión. Allí se reencontrará con viejos y entrañables amigos. Otra que plata quemada.

Viveza criolla. El dt no se cansa de hacer alarde de su picardía de potrero. No sólo entró a la cancha habano en mano sino que después, una vez concretada su expulsión, se animó al camuflaje para pasar inadvertido, entre otros mirones, en la boca de la manga. Para lograr su propósito, cambió camisa fachera por remera institucional. Objetivo: despistar al hombre de negro. Cumplido.

Obediencia debida. La orden es elevar el panegírico hasta su máxima expresión. Totalmente compenetrados con la causa y despojados de cualquier escrúpulo, los aplicados alcahuetes intentan cumplir al pie de la letra el supremo mandato. Echarle una rápida mirada al pasquinejo vernáculo revuelve las tripas. ¿Acabará alguna vez el suplicio? La necesidad tiene cara de hereje.

Velando armas. A la espera de la convocatoria a asamblea para ¿el 20 de diciembre?, la oposición aguarda agazapada en las gateras. Resulta llamativo el silencio de los principales referentes de la contra. Sin coyuntura propicia, se viene el frío análisis de los números en la paz de un circunstancial armisticio. Todo sea por eludir las etiquetas tan temidas. ¡Y por la permanencia!