miércoles, julio 04, 2012

Al mal tiempo, buena cara

En épocas de vacas flacas es cuando comienza a complicarse la interesada tarea de los defensores a ultranza del modelo; por tal motivo, el excelentísimo señor presidente ha resuelto ampliar la lista de sus más estrechos colaboradores cooptando la calidad de la presente pluma. Sabido es que el minúsculo grupete de rastreros que hasta ahora enarboló con inusitada vehemencia la bandera de la gestión, deja mucho que desear en materia de excelencia comunicacional, tanto que el propio pope sabalero suele llamarlos en la intimidad "incompetentes, buenos para nada" -dice que le traen reminiscencias de su poco feliz pasado laboral-; así que, con la impronta que lo caracteriza, tomó la decisión de dar un golpe de timón para poner en manos de los que saben el cuidado de su imagen con vistas a afrontar la larga y escuálida temporada que se avecina.

Dando inicio al encargo, y como primera medida, este humilde servidor -que a partir de la fecha, siguiendo los inmaculados preceptos del estatuto que guía los destinos de la institución y que tan fervientemente honra esta benemérita dirigencia, prestará servicios «ad honorem»-, acaba de acercarle los lineamientos a seguir para contrarrestar los rumores que andan circulando acerca de ataques depresivos por una situación inédita que lo sorprende rascando la olla. En principio, salir a dar la cara; táctica infalible para empezar a despejar dudas. La recomendación de aceptar charlas de café con monigotes que entran en éxtasis cada vez que lo escuchan dar cátedra, siempre resulta efectiva. Un punto a favor, divertirse a instancias del parodismo vernáculo es un deporte que le fascina y le sale de maravillas, aunque a muchos, por puro resentimiento nomás, les pese.

Respecto de los movimientos orientados a la conformación del próximo plantel, una mirada bastó para fijar la estrategia. Tirar nombres, esperar la reacción de la masa y salir a echarle la culpa de los trascendidos a los medios si el matungo generó amplio rechazo en las redes sociales, es como un cuatro-cuatro-dos, se sabe de memoria y nunca falla. Después, sólo resta dilatar y no dar mayores precisiones, salvo que el negocio sea redondo; en tal caso, aunque el protagonista no entusiasme, siempre habrá tiempo para inflarlo, de eso seguirá ocupándose el cabotaje. En cuanto a la domesticación de la tropa, su estilo roza lo insuperable y no ofrece resquicios para la objeción. Si no quiere concretar, el vaticinio de un destino de categoría inferior -como le tocó a algunos que quisieron pasarse de listos- suele ser sumamente convincente. Todo un mojón en cuanto a generar conductas se refiere. Cuando hay química, la perfección es contagiosa.