lunes, agosto 15, 2011

Las llaves del reino


Semana agitada, especialmente para el excelentísimo señor presidente, quien no ceja en su propósito de instalar en la cúspide del fútbol argentino el nombre de la institución, aún a costa de padecer injustas descalificaciones de parte de ciertos sectores recelosos de su crecimiento en la estima del poder. Está claro que sus detractores -un grupúsculo sin incidencia en la toma de decisiones- no comprenden que el inigualable estilo del primer mandatario, ese que cautivó a la masa societaria colonista, va camino a dejar una impronta en el ámbito dirigencial que todos, llegado el momento, agradecerán. Para constatar resultados, e imaginar las posibilidades de proyección a niveles estratosféricos, sólo basta con echar una mirada a su gestión al frente de la mejor entidad sin fines de lucro del interior del país.

Tamaña amplitud -y eficacia- en el manejo ejecutivo de planes de acción para la excelencia, en el orden que sea, no se paralizó con sus nuevas responsabilidades. Al contrario, potenciar el nivel profesional del primer equipo siguió siendo su obsesión. Tanto así que al darse por enterado que una pieza fundamental en el once titular abandonaría el terruño en busca de nuevos horizontes, al toque movió sus influencias y encontró un reemplazo de categoría para tranquilidad de técnico, jugadores y afición. La nueva cara que se suma al club de los sub treinta y cinco, llega para ser pilar en el medio y, además, engrosar el selecto clan de referentes que tan bien le ha hecho -y le hace- al grupo. Es fácil intuir que esta vez no habrá lugar para excusas; a semejante abundancia de jerarquía no se le puede pedir menos que la gloria.

Mientras tanto, en la cordial, funcionarios y directivos de talla inferior, pierden tiempo en insignificantes convocatorias con vistas a organizar cuestiones menores, ampliamente superadas por quienes cuentan con experiencia en eventos de rango internacional. Aquéllos que hablan de desplante, presunción o -los más insidiosos- de desinteligencias en el seno de la comisión, no entienden nada. Cuando los lineamientos de acción bajan claros y precisos, cuando todos marchan encolumnados detrás de un único líder, cuando no hay más iniciativa que la impuesta por la cabeza del proyecto, no hace falta calentar sillas para la foto. Los nacidos para grandes gestas trabajan con el esfuerzo puesto en un objetivo y, en su afanoso derrotero, no preguntan cuántos son sino que vayan pasando.