jueves, marzo 27, 2014

Condenados al éxito

La obstinación en amarrar las ilusiones al buen momento del equipo hace que el análisis, cumplidas nueve fechas de la disputa más importante de los últimos tiempos, pase por otro lado. A esta altura del trascendental recorrido, la falta de reconocimiento más allá de la autopista se asemeja demasiado a una mezcla de ninguneo y subestimación. Puntero absoluto, en silencio espera, con un dejo de pesar, que la maquinaria mediática repare, aunque sea, en su expresa voluntad por permanecer en la categoría. Ya no en su estilo de juego -cuestionable pero efectivo-, ya no en su fortaleza defensiva -poco virtuosa pero perseverante-, ya no en su asombroso repunte anímico -sumamente encomiable-, ya no en los pilares de un modelo que supo enfrentar la coyuntura con compromiso y valentía.

Nadie, hasta el momento, se ha tomado el trabajo de considerar, y mucho menos destacar, la faena que cada fin de semana ejecuta el grupo con la única finalidad de salvar su lugar en primera división, más allá de que hoy cuente con la yapa de haber alcanzado la cima a fuerza de pura tenacidad. Tal vez, razones no falten. Algunos apuntan a la vieja historia que da cuenta del eterno candidato que más temprano que tarde se cae y termina navegando en la intrascendencia. Otros argumentan que no hay solidez capaz de sostenerse en el tiempo cuando en realidad la discusión pasa por la permanencia. La mayoría infiere que no le da el piné para ostentar la posición, desde ya considerada transitoria y hasta inadmisible. Al parecer, las virtudes engendradas por la urgencia no son dignas de elogio.

Después de todo, quizás no sea necesaria la ponderación de los medios que sólo tienen ojos para las grandes marcas líderes del mercado. Mientras la meta siga siendo una prioridad en el entendimiento de los protagonistas, el plus que pueda desprenderse de las acertadas actuaciones pasa a un segundo plano respecto de la magnitud del objetivo. Sabido es que los chicos, y encima del interior, tienen que dar infinitas pruebas antes de encabezar portadas y ser dignos de concienzudos y alagadores comentarios. Por ahora, para la maquinaria mediática porteña hacer punta en la tabla de posiciones no amerita un mayor destaque, menos profundizar en el fenómeno, ni siquiera como acto de estricta justicia más allá de hábitos arraigados. De todos modos, aunque se pretenda ignorar, de uno y otro lado, la picazón no deja de ser molesta.


APOSTILLAS

Partícipes necesarios. No se hicieron esperar las repercusiones, una vez conocido el informe de la comisión sumarial. Un par de afectados por el resultado de las investigaciones salieron con los tapones de punta en un intento por rescatar su buen nombre y honor del enchastre. Uno renunció guardándose los verdaderos motivos; el otro, siempre listo a la hora de figurar, apeló a la estrategia del ataque vil. Tarde para el pataleo.

Carmelita descalza. El buen momento da para todo. Hasta para la reaparición de cómplices vestidos de corderos. Al compás del pegadizo "yo no sabía nada", el goleador histórico se lavó las manos y se despegó olímpicamente de los sumariados. "No mantengo ningún tipo de relación", sostuvo un tanto nervioso, salvo la de locador del jefe de la banda en fuga. Un detalle menor. "Es mi casa y yo la puedo alquilar a quien quiera." Ups.

Posición adelantada. El parodismo vernáculo que cubre los entrenamientos está ofendido. Hace un par de semanas que en el día de atención a la prensa la muchachada evita los micrófonos con excusas pueriles. El único siempre dispuesto a la charla es el conductor que no quiere desperdiciar ni un segundo de su bien ganado minuto de fama. Los desplantes no le hacen nada bien a la relación, aunque unos cuantos respiren aliviados.

Malas costumbres. Ahora resulta que hasta los ñoquis que despuntan el vicio en la emisora académica y afines le escriben diatribas al ex primer mandatario. Los días de vino y rosas desenterraron a ciertos personajes que nunca jamás se animaron a esbozar una sola crítica hacia la falsa pertenencia en siete años y medio de gestión. Con el diario del lunes, todos se ponen el traje de malitos y apuntan con el dedo acusador. Así cualquiera.