miércoles, noviembre 16, 2011

Indignados, pero no tanto

Los tiempos han cambiado, aunque algunos se resistan a confiar en lo que la realidad les muestra cada abrir y cerrar de ojos. En lo futbolístico, el cementerio ya no es lo que era entonces y en lo institucional, la sensación de zona liberada a oportunistas, malandras y apretadores brincó a certeza incontrastable. La metamorfosis también extendió su helada mano sobre la afición. Las gradas conservan el fervor por los colores pero perdieron el compromiso con la entidad. Hoy día vale más el cotillón que la responsabilidad de llevar en el bolsillo el carnet distintivo. Cómodamente, tomaron la decisión de delegar en una figura abstracta llamada "oposición" la proyección de su bronca y descontento por la sumatoria de fracasos que las persigue y agobia desde que la falsa pertenencia les privatizó la pasión. Pedirles más, sería demasiado.

Para las domesticadas tribunas, la "oposición" debe hacer lo que ellas no hacen en los momentos de mayor ebullición y replegarse sobre su eje cuando las aguas corren mansas para no ser tildada de estorbo interesado. Si comete el error de no seguir ese estricto mandato, en un tris pasa a engrosar la categoría de indeseable, pariente directo de la podredumbre reinante. Extraña forma de pensar sus propios derechos y obligaciones como miembros activos de una sociedad sin fines de lucro. Debido a tan particular línea de pensamiento, no sorprende la falta de interés y participación a la hora de definir destinos. Los que están adentro y los que observan apoyando la ñata contra el vidrio merecen ser medidos con la misma vara con la que ellas mensuran su capacidad de fiscalización. Expertas en reclamar al aire, sólo entrenan como fuerza de choque virtual.

Conocedora de los resquicios que ofrece una actividad semejante, la dirigencia supo captar el mensaje de la masa que apenas se altera cuando el resultado negativo viene de la mano de un rival inferior. Patalea un poco, eleva el tono de su protesta, descarga frustraciones cotidianas, se retira entre maldiciones y a esperar la revancha. Nadie quiere correr el riesgo de involucrarse más de la cuenta; de ahí a entregar la llave que abre la puerta de la impunidad, un paso. Total, siempre está la "oposición" para endilgarle la culpa de todos los males. Con esa hendidura también avasallada, gracias a la colaboración de los esbirros a sueldo, el camino se presenta libre de obstáculos para cambiar pasados de miseria por presentes sabrosos y abundantes. ¿Quién puede arrimar peligro? Nada por aquí, nada por allá. Hasta que la historia no pase de castaño a oscuro.