
Y Colón ganó el partido que tenía que ganar. A pesar de la tensión inicial. A pesar de un funcionamiento no tan sólido como el demostrado en encuentros anteriores. A pesar de la infinidad de oportunidades desperdiciadas para aumentar diferencias. Es que el negro es así. O se desangra en medio de actuaciones menesterosas o tira manteca al techo cual acaudalado derrochador. De aquí en más se espera que, con la tranquilidad de haber superado un difícil escollo, se retome el camino del incipiente equilibrio para alcanzar el afianzamiento anhelado.
Y el «tridente ofensivo» funcionó. Dos puntas pincharon, pero solo una fue la más afilada. Simplificando podría decirse que la inspiración de uno generó las posibilidades que los otros dos supieron concretar. Otro punto a favor del dt, quien con buen olfato, estimó que con tres delanteros en cancha las probabilidades de acertar el arco contrario serían superiores a las de errar. Y así se dio. También habría que destacar tres actuaciones fundamentales: Blázquez, Aguilar y Capurro. El resto acompañó. Del artillero de Margarita mejor soslayar la opinión.
Así las cosas una pregunta comienza a asomar en el horizonte rojinegro. ¿Se le puede pedir más a este equipo? Lo más lógico, apelando al pasado reciente, sería afirmar que no, que este plantel tocó techo. Aunque el entrenador se esfuerce por elevar a sus dirigidos a un nivel superlativo con elogios desmedidos, este conjunto es simplemente un manojo de voluntades que está sacando a relucir su amor propio. Y un detalle que sería interesante considerar: en esta nueva etapa aún no ha tenido que dar vuelta un resultado. Llegado el momento ¿podrá?
APOSTILLAS



