jueves, marzo 12, 2009

Utopía versus realidad


Hace un par de domingos, en un medio gráfico de distribución nacional, un perspicaz analista deportivo le dedicó su habitual columna a un ejemplar autóctono muy en boga en el fútbol moderno, el comúnmente conocido como “vende humo”. Cavilando acerca del tema, el escriba planteó su desacuerdo con la sentencia que relaciona la poca contracción al trabajo con el “mayorista de humaredas”. Muy por el contrario, “construir con fina paciencia de artesano una realidad paralela que disimule la falta, multiplique la virtud, seduzca a las masas y eleve la autoestima hacia cumbres inexploradas, no es moco de pavo. Requiere de una dedicación absoluta y alta vocación de poder. No es para cualquiera”, argumentó.

Unos podrán coincidir, otros no. Lo cierto es que la estructura conceptual está armada con meticulosa y acertada precisión. Ahora bien, para que el modelo en cuestión funcione como tal es necesario un engranaje que lo active y otro que lo sostenga, más allá de sus propios esfuerzos. Por un lado, puede inferirse que cierto tipo de dirigencia suele verse identificada con determinado estilo de conducción técnica. Algo así como: tal para cual. La prensa, cierra el círculo. Algo así como: para que el humazo se expanda hacen falta buenos vientos. La puesta en escena se completa con el auditorio que aplaude o sufre, según la suerte del astuto vendedor. Si la pifia, no lo extrañarán; si la pega, le rendirán eterna pleitesía.

En rigor, a los cultores de esa particular forma de sobrevivir en el mundillo del fútbol no les ha ido del todo mal. Como cualquier otro en el ambiente, han alternado buenas y malas. Las preguntas que se imponen son ¿vender humo es sinónimo de fracaso? ¿Debería ser? ¿O no? Si al vendedor de humo le sonríe la realidad ¿deja de ser vendedor de humo? ¿La clave estará en la perseverancia? En esta absurda cotidianidad todo es posible. Más aún, cuando están en juego los sueños de miles de simpatizantes. Sabido es que la pasión por los colores no admite reflexión alguna. De todos modos ¿cuál sería la culpa del traficante de mercancía apócrifa? Si se vende es porque alguien compra. ¿O será que se compra porque alguien vende?