
En segundo plano, el partido más emocionante del torneo. Entre uno de los participantes sobresalientes y otro que nadie imaginaba. Si bien algunos suelen tildar la lucha por el tercer puesto como sin importancia, para los que llegaron impensadamente, la contienda se convirtió en los noventa minutos de mayor trascendencia en años. Así, sacando del baúl de los recuerdos la garra que caracterizó su existencia, y demostrando un firme interés por quedarse con el bronce, llevó a su rival a disputar un cotejo de ida y vuelta para rememorar. No le alcanzó, pero el honroso cuarto puesto llenó de orgullo a propios y de envidia a extraños.
Mientras tanto, de este lado del charco, se espera la decisión del dios desequilibrado, apostando a un cambio ajeno a su esencia. Y con un don que, ya avisó, no piensa dejar su sillón sino hasta que la parca lo obligue. Semejante escenario no anuncia un futuro prometedor. Por el contrario, un panorama sin proyecto sustentable a la vista hará que una generación de excelentes jugadores pase con más pena que gloria por las ajadas páginas del fútbol vernáculo. La fría realidad marca que esta intervención de la celeste y blanca en la aventura sudafricana ha sido el resultado de lo que la vetusta dirigencia argenta supo construir.