miércoles, febrero 09, 2011

Una de super acción


La tormenta trajo alivio. Un poco de aire fresco para darle respiro a las mentes sofocadas. Sin embargo, donde la temperatura no bajó fue en los mediodías asoleados. Calentita estuvo ayer la dupla más avinagrada de la cordial. Primero, el veterano relator arremetió contra ciertos elementos que, a días del inicio de la competencia, andan haciendo uso y abuso de las cálidas noches de verano, olvidando responsabilidades profesionales. También la ligaron, como corresponde y por una cuestión jerárquica, el entrenador y los dirigentes. Al parecer, uno carece de autoridad y a los otros, una vez asegurada la continuidad, y contabilizadas sus favorables consecuencias, poco les interesa lo deportivo, ya que tienen verso para rato con los extras que tanto valoraron sus votantes.

En segundo término, el hemisferio pensante de la popular fórmula, le asestó una puñalada hasta lo profundo al goleador histórico. Sabido es que hace tiempo están enfrentados porque el veterano referente alecciona a sus circunstanciales compañeros para que no le den notas al antipático dúo. Aunque esta vez la calificación de "enano mental" resultó innecesaria. La palabra de los protagonistas poco aporta a un análisis serio. El repetido discurso de compromiso, que tan bien saben manejar los animadores del circo, es una rudimentaria herramienta que sólo le sirve al parodismo rastrero para amenizar sus paupérrimos espacios de pseudo información. Que van a dar pelea, que están captando el mensaje, que llegan muy bien y bla bla bla para la tribuna que aplaude cualquier cosa.

A este par le convendría cambiar de aire o, en su defecto, replantear las reglas del juego, porque el entorno está pisoteándole el esfuerzo. Ante todo, coherencia. No se puede enarbolar la bandera de la crítica creíble por un lado y por otro valerse del aporte de un acérrimo esbirro de la dirigencia, empleado de la institución, amigote por conveniencia de jugadores y cuerpos técnicos y mediocre vestuarista. Ya están grandes para bancarse determinadas imposiciones que le restan calidad al producto final. Salvo que hayan entrado en la modorra vernácula, esa que acuna la siesta interminable, y sientan, íntimamente, que tocaron techo. Es cierto que en estas tierras, los pobres y acalorados mortales, se conforman con poco -pruebas sobran-, pero siempre hay alguien que espera más.