
Acerca de uno de los mejores técnicos del país -otro fue el ex y seguro los próximos que vengan de su mano-, dejó en claro que quiere que le vaya bien y que como no es ningún ingrato, jamás salió a buscarle reemplazante; sin embargo, un párrafo más adelante afirmó que de todas maneras estaba preparado, por si las moscas, para encarar la pesquiza. También halagó al plantel -"uno de los mejores del fútbol argentino", como no podía ser de otra manera-, le echó la culpa de las derrotas a unas "graves desconcentraciones", imaginó que si no se hubieran perdido puntos el sabalé estaría en la cima, emuló a un programejo del monopolio y relató un ping-pong del último encuentro y confió en la remontada. Como son conocidos sus vaticinos, habrá que creer o reventar.
Recuadro aparte, desmitificó una creencia instalada en la cordial, poniendo las manos en el fuego por los jugadores, al asegurar que la muchachada no anda de joda porque él le puso los puntos de entrada. No cabe duda de que las caripelas con las que muchos se cruzan por las noches en los boliches top no corresponden a sus respectivos dueños. Por último, le dedicó unas palabras a las incorporaciones. Al único que rinde lo trajo él, a los demás los trajeron entre todos. Justificó el presente de los tres fiascos y aseguró que hay que verlos como proyecciones "de acá a una o dos temporadas". Probablemente haya olvidado que el cinco vino a préstamo por seis meses, que el defensor ídem, que el delantero ídem y que el nunca visto por un año. El futuro es hoy.