domingo, febrero 24, 2008

El peor de los silencios


Contrariado y abatido, el hombre se sentó en un rincón del vestuario y encendió un cigarrillo, que lentamente fue consumiendo con la vista clavada en el piso. El humo exhalado en cada bocanada se mezcló con el vapor de las duchas, en medio del silencio. Los minutos se hicieron interminables. Uno a uno fueron saliendo los protagonistas, incómodos, apurados, mascando bronca, mientras la silueta que se vislumbraba por la hendija de la puerta repetía el mismo monótono movimiento del fumar acompasado. Se sintió culpable y esquivó la charla.

Los rumores corrieron como reguero de pólvora, pero el vocero oficioso se apresuró a desmentirlos. La dirigencia presente se encargó de confirmárselo en exclusiva. Sin embargo, el personaje más requerido no habló. Se fue casi, casi escapando, por una puerta auxiliar, sin ser visto. De todos modos ¿qué podía decir? Después de tan categórico resultado no hay palabras que atenúen la decepción, no hay discurso que morigere el desengaño, no hay argumentos que disminuyan la sensación de fracaso. El planteo no funcionó y fue el caos.

Colón cometió un sinnúmero de pecados, capitales todos, pero ¿quién es más responsable? ¿El dt? ¿Los jugadores? Enfrentar a semejante rival, sin marca fue suicida. Muchos, a priori, vieron un planteo inteligente, otros lo consideraron timorato, conservador. El problema radica en la descompensación del equipo, cuestión que el entrenador tendrá que rever si quiere sobrevivir en SF. Es imposible no compartir su concepción futbolística pero en estos momentos más vale once colgados del travesaño que un malón yendo al ataque sin medir las consecuencias.


APOSTILLAS


Mira quién habla. El capitán insultó al árbitro y dejó a sus compañeros en banda. La actitud no sólo fue poco profesional sino que demostró el grado de compromiso que tiene con la camiseta. ¿Qué va a decir ahora? ¿Quiénes son los que no "ayudan" al equipo? Esta vez la prensa zafó.


El último samurai. Aguilar no puede con todos y lo peor es que cuando se desespera apela al golpe desmedido. Considerando los partidos que se vienen, habrá que calmar al muchacho sino será candidato a la roja en cada contienda. Y el sabalero no está para perder más soldados.

El joven manos de tijera. Un ataque de pavura está poniendo al arquero al borde del diagnóstico terminal. La inseguridad en las salidas, la falta de resolución en jugadas elementales, demuestran que la situación lo ha superado. Falta la mano del integrante de la pyme.

Baile caliente. Los marcadores de punta danzaron de lo lindo al compás de un chiquilín que los desairó durante todo el partido. El derecho, como ya está acostumbrado a la joda, ni se inmutó. El izquierdo, todavía anda preguntando quién era el enano que vestía la camiseta número diez.