Algo menos de cuarenta y cinco horas le duró al negro la posesión de la punta del torneo. Un disfrute demasiado efímero para el loco afán de la afición. Un disfrute demasiado pasajero para la ambición que alimentan los protagonistas. Sin embargo, las cambiantes alternativas que ofrece la competencia no están en condiciones de negarle al sabalé un nuevo asentamiento en la cima. Todo depende de la fortaleza anímica que el grupo manifieste de ahora en más para retornar a la senda que momentáneamente abandonó por errores propios. Yerros que partieron de la cabeza encargada de pergeñar movimientos de piezas y de tácticas a la hora de enfrentar al rival de turno. De ahí hacia abajo, nada funcionó como funcionaba.Lo primero que se intuye, luego de la derrota de ayer, es que el gran responsable de mover los hilos está haciendo trampa. Un análisis más allá de la mirada ordinaria podría arrojar resultados sorprendentes. Para tapar decisiones equivocadas, el entrenador estaría apelando al viejo truco de inventar lesiones. Pasó hace unos partidos atrás, cuando, de manera sorpresiva, el pibito FB acusó una nana inexplicable, que al fin y al cabo se encargó de desmentir con una corrida de maratonista al momento de entrar en juego. Pasó en la última contienda de local, cuando, para explicar la salida de un carrilero desequilibrante, se adujo la vieja y consabida contractura. Las equivocaciones no son un pecado; la mentira, el engaño, sí.
Anoche, la estrategia estuvo mal planteada y la muchachada, ni corta ni perezosa, aportó lo suyo. Una derrota no es para perder la esperanza que se ha ido construyendo durante todo este peregrinar; pero, subirse al carro de la soberbia, la falta de autocrítica, el ocultamiento de determinadas cuestiones, pueden hacer las veces de espejo distorsionado, esos que eran la atracción de las desaparecidas ferias de diversiones. Hasta ahora, el entrenador ha sabido enmendar, de mil y una formas, las limitaciones del equipo; pero el campeonato está a la mitad y los nervios, más los imprevistos –expulsiones o parates por acumulación de amarillas– comienzan a condicionar el futuro. Hace falta inteligencia para permanecer.
APOSTILLAS
Cerrando el pico. El primer mandatario hizo trizas su cábala. A pesar de haber adoptado la postura de no hablar antes de los partidos, anoche le acercaron un micrófono y no resistió la tentación. “Hoy les ganamos”, dijo con aire suficiente. Descorchar anticipadamente es de mal augurio. Mejor que vuelva al ostracismo, porque su fuerte no es el arte de la adivinación.
La viga en el propio. Indignado estaba el chupalerche primero a raíz de la habilitación de un estadio inconcluso. “Nosotros tenemos que decirle la verdad a la gente, esta obra no llegó ni a la mitad de su ejecución”. “No se justifica semejante inversión”. El parodismo vernáculo a sueldo, afuera ve cosas que adentro no sólo ignora, sino alienta. Coherencia menos cero.
Joyita opacada. Las últimas actuaciones del único jugador que le ha dado un toque de buen fútbol al equipo están dejando mucho que desear. La estrategia de inducirlo a la caída constante no resulta eficaz. Antes que buscar, a través de su desplome, el tiro libre salvador, el entrenador debería alentar su innata habilidad. Gambeta y adelante, esa es la cuestión.
Cacique ofuscado. No le gustó un pomo el cambio al tercer defensor. Si bien no tuvo una buena noche, descompensar la defensa no fue una buena idea. Cuando el cambio debe ser quirúrgico, el cirujano falla. De todas maneras ni poniendo un molinete de última generación hubiera evitado la contundencia de enfrente. Ojo con la mala praxis.
Los films más taquilleros del primer mundo, esos que reciben todos los galardones habidos y por haber porque sus directores se llevan de maravillas con el “establishment” que maneja los hilos de la meca del cine; no los que hacen pensar o dejan una moraleja ejemplificadora o resultan extremadamente densos para el espectador común, esos no; suelen conjugar en sus tramas una irresistible variedad de recursos destinados a mantener el interés de la platea de principio a fin. Excelsas producciones –épicas, de ciencia ficción o de molde catástrofe–, que combinan aventura, drama, suspenso, intriga, emoción, vértigo, sufrimiento, luchas intestinas, un infaltable toque de comicidad, cientos de extras y mucho, pero mucho, dinero en juego.



Y ahí está el negro. Acechando. Agazapado. Presto a dar el zarparzo en cualquier momento. En silencio. Mientras los grandes no dejan de mirarse el ombligo, el sabalé aprovecha y se arrima a la cima despacito, sin estridencias, esperando la ocasión propicia para colarse entre todos y plantar bandera en la punta. Por ahora hay muchos prendidos arriba, pero a medida que avance el torneo el panorama se irá despejando un poco, corriendo el velo de lo indescifrable. La historia, sabia, cuenta que lo mejor es esperar con tranquilidad el desarrollo de los acontecimientos, disfrutando cada resultado favorable con mesura pensando en que se viene una serie complicada de encuentros donde demostrar será más difícil que resistir.



El sabalé no defraudó a los miles de aficionados que, en día y horario laborable, colmaron el 



Si ninguno pudo alzarse con el triunfo; si por momentos ambos mostraron un fútbol de bajo nivel; si la lucha superó a la habilidad; si los entrenadores, al final, se conformaron con no perder, pues entonces podría considerarse justo el empate. Si se valoran las jugadas de peligro frente a los arcos y el esporádico lucimiento de ambos guardametas, pues también podría considerarse justo el marcador. La cuestión es que ante un rival extremadamente concentrado en no dejar hacer, los locales no supieron cómo entrarle con claridad y precisión para superar una propuesta bastante pobre pero, a la luz de los hechos, efectiva. Para afirmarse en el objetivo, el sabalé deberá encontrarle la vuelta a este tipo de escollos, difíciles de superar.
