
En cualquier caso es mejor creer en una explicación semejante antes que aceptar que muchos cayeron como chorlitos en la maraña propuesta bajo el falso eslogan de "los mejores del país". El mejor predio -donde las canchas no son aptas para la práctica formal del primer equipo-, el mejor estadio -una desmesura comparada con las verdaderas necesidades-, el mejor hotel -inaccesible para los bolsillos sabaleros-, el mejor técnico -un ex que dejó una lastimosa herencia-, el mejor plantel -desequilibrado por donde se lo mire-, las mejores inferiores -usadas como material de descarte-, el mejor balance -a todas luces dibujado-, el mejor presidente -sin palabras- y demás falacias comprobadas.
En la era de las comunicaciones, con toneladas de información al alcance de la mano, tanta mentira causa gracia. Por otro lado, genera un poco de comezón pensar que tantos hayan aceptado el engaño con pasmosa pasividad. ¿Los mismos que apoyaron la continuidad de la falsa pertenencia habrán sido los que hicieron sentir su repudio el viernes? Mal hecho. Esos tendrían que ser los más comprometidos con la causa a la que le dieron carta blanca. O en su defecto, hacerse cargo de la parte que les corresponde en la coyuntura. Después de todo, y para no sentirse tan culpables, pueden leer el pasquinejo vernáculo, donde les van a contar una historieta de tinte rosado respecto de una actuación apenas "floja".
APOSTILLAS



