
Un interinato nunca logra cambiar de un plumazo los defectos enquistados en lo profundo; sin embargo, fue evidente que el estado de mal humor general devino en energía positiva para ofrecerle a la afición el primer triunfo de local en meses. Tal vez, despojados de la presión que acarreaban desde antes de iniciar el torneo; quizás, dejando de lado el desconcierto de tanto cambio táctico y posicional, los protagonistas sintieron una especie de liberación que les permitió sacudirse el polvo de una etapa desgastada. Si bien los adoradores de la anterior conducción lamentaron, una vez consumado el triunfo, el adiós anticipado, desde otro costado no hubo ninguna duda en considerar que con la impronta otomana el resultado hubiera sido otro.
Con la apertura de un nuevo horizonte, algo raro está sucediendo; no hay expectativas, sólo mucha prudencia en las apreciaciones. La herida sufrida caló tan hondo que la masa colonista prefiere tomar con cautela el período que hoy será inaugurado. Por lo pronto, los interrogantes que comienzan a circular tienen que ver con las formas más que con el contenido. ¿Habrá depuración? ¿Se producirán modificaciones sustanciales? ¿Sólo se aplicarán mínimos retoques? ¿O se hará borrón y cuenta nueva? El ciclo cerrado tuvo muchos privilegios e innumerables beneficios. No cualquiera acepta, concientemente, rodearse de obsecuentes a sueldo en pos de una ambición personal, ignorando el límite entre lo verdadero y lo falso. En esta etapa se verá si ciertos manejos se repiten o pasan a formar parte del pasado.
APOSTILLAS



