
Más allá de las idas y vueltas que marcaron los días posteriores a la peor derrota de la era del humazo, llamó la atención la celeridad con que se cerraron las negociaciones y la ligereza con que el entrenador, quien tenía decidida la renuncia, cambió de opinión. ¿Fue una puesta en escena? Beneficio por partida doble. Por un lado, el enfado del presidente con la muchachada y la decepción del técnico con sus dirigidos dejaron en claro que una limpieza a fondo está plenamente justificada, nadie tendrá derecho al pataleo; por otro, la confirmación de la continuidad, mostró a las partes firmes y convencidas en el “proyecto”, una dirigencia hábil y coherente y un cuerpo técnico comprometido. Círculo cerrado. La gilada, feliz.
Lo cierto es que aunque los protagonistas lo hayan negado, las condiciones siempre existieron. Aparte de una sustancial mejora en el contrato, dos temas fueron clave en el acuerdo. Refuerzos de jerarquía y que el primer mandatario –o algún pinche de menor rango– sea el encargado de dar la cara con las bajas que por diferentes motivos serán historia el próximo torneo. El astuto dt no quiere quedar pegado en la evacuación de unos cuantos que él mismo trajo, en la borratina del piberío engatusado y en el adiós de otros tantos que ya están para mirar los partidos desde zona de plateas. Para cambiar la perspectiva, no faltaron los nombres rutilantes que los obsecuentes de siempre comenzaron a sacar de la galera.
En definitiva, la apuesta es fuerte. Además de tirar sobre la mesa mucho billete pesado –de dudosa procedencia–, si las cosas no salen de acuerdo a lo previsto, la hecatombe puede ser total. Un mal comienzo de torneo ubicaría al cuerpo técnico contra las cuerdas y a la falsa pertenencia en el dilema de pensar en un proceso nuevo –e incierto– a las puertas de las elecciones. Lo que el “biondo gnocchi” se empeñó en evitar ahora, podría ser letal si se da en el momento menos oportuno. Convencido de que ningún rival le hará sombra en diciembre, se juega el todo por el todo en una movida arriesgada, con las manos llenas de humo. Contar con el favor de la dinámica de lo impensado es como hacer equilibrio en las alturas, sin red.
Comprometerse en la concreción de un objetivo, en este caso futbolístico, implica dejar en la cancha hasta lo que no se tiene. Pues ayer 




El mediocre y obsecuente parodismo vernáculo machacó, durante toda la semana, con que 



Cuando ciertos discursos entran en fase terminal, nada mejor que resucitar viejos fantasmas. Una vez finalizado el encuentro, la noticia no pasó por el desarrollo del partido, por la actuación del equipo, por el resultado adverso, por el pésimo arbitraje. En esta oportunidad, la tapa fue para el entrenador, quien con sus declaraciones desempolvó la fábula de la mano negra que acecha a 

Para una buena levantada, nada mejor que enfrentar a un rival en situación terminal. Según el mediocre razonamiento que impera en ciertas madrigueras vernáculas, en especial el de quienes viven buscando el más mínimo resquicio de donde sacar ventaja, un adversario disminuido, desde todo punto de vista, es la presa perfecta en casos de necesidad y urgencia. Declamar sin vergüenza que es preferible hacer leña del árbol caído antes que sudar para derribarlo en todo su esplendor, no dignifica; muy por el contrario, semejante manifiesto se transforma en una muestra contundente de la poca confianza que inspira el que pretende renacer de sus cenizas. Superar al mejor, en su mejor condición, es otra cosa.
La gloria se va alejando, empate a empate. Y la muchachada exuda impotencia. Tal vez en cancha, la actitud y el fútbol parezcan repuntar de a poco, pero es indudable que algo quedó en el camino. La motivación para pelear por objetivos importantes, ese fuego sagrado que sienten en su interior los que aspiran a destacarse y trascender, ya no se manifiesta en las miradas ni en los gestos de los protagonistas. Hoy, hasta las palabras suenan agotadas. Si bien todos apuestan a salir del atolladero, el circuito de generación de juego se corta abruptamente al momento de la definición. Ni siquiera la pelota parada, que tanto rédito dio en torneos anteriores, aporta la posibilidad de quebrar la resistencia del rival. Y las fechas pasan.

