Uno de los siete principios del pensamiento hermético es el de polaridad. “Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse”, dice el cuarto axioma de esta corriente filosófica que asegura tener la llave del conocimiento. Una más entre tantas pero que viene de perillas para entender porqué dos rivales con aspiraciones tan diferentes no pudieron sacarse ventaja en un encuentro equilibrado donde, salvo por las conocidas posiciones en la tabla, no quedó claro quién vestía el traje de quién.El fútbol vernáculo está loco, loco, loco o extremadamente parejo, aunque la mitad tenga como objetivo la gloria y la otra mitad no caer en el angustiante hoyo que proponen los promedios. La lógica que domina el reino de la redonda indica que cuando uno pelea arriba y el otro pelea abajo, las diferencias deben ser notorias y el resultado un mero trámite; sin embargo, el que aspira a quedarse con el campeonato, ayer sudó la gota gorda para rescatar un triste empate ante el que lucha por no perder la categoría. Así son las cosas. Lo peor es que este Colón no da muestras de superar el estigma que lo persigue desde hace varias temporadas: amaga con comerse crudo al destino y termina sin saborear el postre.
Si bien la ausencia de FB puede considerarse como un atenuante, la falta de juego que sufre el equipo cuando el habilidoso volante se ausenta resulta preocupante, mucho más considerando la cantidad de alternativas con las que cuenta el avezado entrenador. Los incontables divagues que dominaron la semana acerca de las diferentes combinaciones a las que podía apelar el dt para cerrar la formación titular, gracias a un plantel tan prolífico, dieron la falsa impresión de que, jugara quien jugara, la historia escribiría un capítulo favorable para el conjunto local. Pues la muchachada pareció seca de virtudes a la hora de confirmar los pronósticos promisorios. En definitiva, principio comprobado: los opuestos confluyen. Esta vez en un empate.
APOSTILLAS
Si querés implorar, implorá. El primer mandatario viajará de valet del don a tierras germanas. Aprovechará la oportunidad para llorarle la carta y pedirle que no cierre el grifo que hasta ahora viene regando las obras de la falsa pertenencia. A cambio prometerá fidelidad incondicional y apoyo irrestricto si se desata la hecatombe post mundial. Un seguro servidor.
La banda de la risa. Creído un ejemplo para futuras generaciones, el impresentable vice tiene la disparatada idea de poner la piedra fundamental de una escuela de dirigentes. Si el proyecto prospera, contando con que deberá quedar de semilla en la conducción de la centenaria institución, será el titular de la cátedra Barras Bravas I y II. Aprobarlas no será tarea fácil.
Como verdugo en el cadalso. La estrechísima relación que une al entrenador con sus dirigidos puede condicionarle el futuro. El dt ya confesó no sentirse apto para decretar el fin de la carrera de los veteranos que le han respondido cual leales centuriones y que indefectiblemente deberán cerrar una etapa al final del torneo. ¡Después dice que va al frente! ¡Andá!La Destacada:

Lo que mata es la inflación. La obsecuencia es como un brebaje adictivo, de tanto practicarla, no sólo crea necesidad y hábito sino que, progresivamente, demanda dosis mayores. Este cuatrimestre la consigna es inflar al único valuarte vendible en el corto plazo, sin el más mínimo atisbo de mesura. Para alcanzar el objetivo, todo está permitido. Es así como una oferta de tres millones de dólares, en boca del chupalerche primero se transforma, como por arte de magia, en tres millones de euros. ¿Será que contabiliza la parte que le corresponde?
El clima no sabe de equilibrios. Al compás de un mundo que perdió la chaveta allá lejos y hace tiempo, los extremos se han impuesto casi como marca registrada. Si no llueve, la sequía hace estragos; y si llueve no es para cumplir con lo que dicta un principio regular, sino para superar marcas históricas y rebasar mortales paciencias. Bajo condiciones límite partió la muchachada rumbo al estadio, mirando asombrada por las panorámicas ventanillas del bus cómo el agua le ganaba la partida a una ciudad tan monstruosa como inerme ante las inclemencias de la inquieta naturaleza. Asombrados pero tranquilos, pendientes de la posible suspensión del match, arribaron al estadio con retraso luego de superar algunos obstáculos.


No habría que confundir los tantos. El duro golpe no quedó en el olvido. Al contrario. El dolor que asestó el fracaso estuvo presente anoche en cada una de las gargantas que con sus gritos procuró ahogar las penas, primero; enjugar las lágrimas, después, y, por último, apostar al futuro para cerrar un relato sin final feliz. La euforia pretendió ser un rito de purificación. Como un miércoles de ceniza después de un carnaval desenfrenado. Las máscaras, el papel picado y la espuma, que se acopiaron para una fiesta abruptamente cancelada, sirvieron para darle la bienvenida a un plantel golpeado, pero erguido, y demostrarle que hay disposición para volver a empezar si cada uno hace su parte en busca de una nueva versión de la historia.


A pesar de la mala espina con que la afición se retiró del 

En su segundo examen fuera de casa, la formación alternativa volvió a salir airosa de un compromiso, en la previa, accesible, que le planteó dos escenarios bien diferentes, por momentos tuvo que enfrentar pasajes complicados, mientras que en otros demostró tener perfectamente controlada la situación. Al final, los rivales en pugna se conformaron con la paridad y jugaron a salir indemnes sosteniendo un resultado para nada despreciable a los intereses de ambos. Lo más destacado fue que el sabalé buscó de entrada y en las dos oportunidades asestó la puñalada en frío, cuando más duele, obligando al adversario a revertir el infortunio. Lo negativo fue que en ninguna de las dos ocasiones supo sostener la ventaja.
El primer cuco llegaba de visita. Y no lo hacía solo. Venía acompañado de una parafernalia acorde a los tiempos que corren. Tiempos de necesidad extrema. De escasez de líderes con chapa. Sin embargo, con tanto ruido ajeno, y a pesar de que el aire se respiraba denso y plomizo, en la atmósfera podía percibirse una especie de aroma relajante, como esos que tan bien sabe usar la cultura milenaria para armonizar ambientes. No hubo lugar para la ansiedad ni los nervios. Las miradas se cruzaban y parecían contagiarse un inusual efecto sedante. Sólo había espacio para la algarabía que despierta la tradicional ceremonia del recibimiento, nada más. ¿Será que, por fin, la confianza está sellando el vínculo entre los protagonistas y la afición?

