
Colón tenía una deuda pendiente con su gente y al compás de una armoniosa banda goleadora, peló la billetera y pagó con creces. La afición esperaba un simple triunfo –pero triunfo al fin–, para romper con la carencia de resultados victoriosos de local. Sin embargo, el sabalé, haciendo gala de una generosidad desmesurada, le obsequió cinco gritos como para compensar la congoja de tanta espera. Y hubo desahogo generalizado. Porque los protagonistas también se debían un triunfo contundente para levantar ánimos y reponer expectativas, para saberse con la capacidad intacta para pelear por los objetivos, para asegurar un futuro inmediato sin sobresaltos, y así, con el panorama despejado de nubarrones amenazantes, encarar con tranquilidad el último tramo del torneo.
En esta ocasión, si bien en el primer tiempo aparecieron las dudas que con insistencia sobrevuelan al equipo, la definición del encuentro pasó por la potencia en el ataque, que no dejó resquicio para la desconfianza. Como debe ser. Si hay fallas en la línea de fondo, otra debe hacerse cargo, otra debe levantar la bandera de la obstinación ofensiva porque así es el fútbol. Si se recibe, en mayor medida hay que dar. Y la dupla de artilleros, gracias a la producción alcanzada en las recientes contiendas, ha conseguido hacerse de una reputación digna del mayor de los respetos. En criollo, ahora mete miedo; lo que significa un gran punto a favor, porque las defensas rivales deberán redoblar esfuerzos, afán que abrirá el camino para que cualquiera del medio también convierta.
En definitiva, el escenario, a esta altura, se vislumbra un poco más favorable. Con diecisiete puntos en el haber, y veintiuno por disputar, es dable considerar que el rojinegro alcanzará, sin problemas, los buscados veinticinco. Sólo habrá que revalidar, en las fechas venideras, el buen rendimiento colectivo, haciendo prevalecer el trabajo de conjunto cuando las actuaciones individuales no sean del todo satisfactorias. Sin dudas, todavía quedan algunos aspectos por mejorar, aunque tampoco es cuestión de tensar demasiado la cuerda de la exigencia. Habrá que valorar la voluntad de los pibes para hacerle frente a una parada complicada y el esfuerzo sobrehumano del prócer histórico como artífices excluyentes de esta, por el momento, más holgada realidad.
APOSTILLAS



