
Irrumpió en el campo de batalla y tiró con munición gruesa. Se sintió “difamado” y salió a defender su gestión. Y fue hasta el fondo. Se animó a plantear públicamente lo que muchos colonistas aseguran por lo bajo. “A mí no me cambió la vida Colón (…) algunas personas dieron un salto en la vida, que si hubiesen seguido con su actividad privada tal vez no lo hubieran dado”, disparó, invitando a la réplica, que no se hizo esperar. Llegó de la mano del impresentable vice, quien totalmente descontrolado, y ofreciendo una penosa imagen, lanzó patadas al aire como tratando de acabar con el fantasma que atormenta su existencia. Quedó claro que cada aparición mediática suya, deja a la falsa pertenencia tambaleando sobre sus propios cimientos.
La respuesta a “una persona que quizá el paso de los años le está haciendo daño”, incluyó calificaciones tales como “chimentera de barrio”, “mal intencionado”, “falso colonista” e “hipócrita”, entre otras. También lo invitó a que “actúe como un hombre que tiene lo que hay que tener y vaya a la justicia”. Recalcó que “estos son tiempos nuevos, estamos dejando atrás el Colón del pasado, la época del desprestigio, de los procesamientos, de los allanamientos”. Cuando le pidieron un semblante del ex dijo: “Fue un presidente que ha hecho cosas, pero todo lo que ha hecho lo está perdiendo por esa inconsistencia verbal (reconstrasic) que tiene y por agredir y dañar a los dirigentes”. En todo momento, insistió en mimetizarse con la institución: “Nosotros somos Colón”.
Para variar, no faltaron las contradicciones. Si bien enfatizó, como artificioso latiguillo de campaña, que “el club es de los socios”, confirmó que la nota presentada, pidiendo explicaciones, no recibirá contestación. “Es un error garrafal, me alarma que en doce años no haya respetado el estatuto, ni aprendido el estatuto (…) se pasaba el estatuto por allá abajo”, vociferó fuera de sí, justificando el ninguneo. Para finalizar, aclaró que tanto él como el primer mandatario residen en los mismos lugares de siempre. “Antes de decir pavadas, que averigüe, y si duda, que vaya a la justicia, lo vamos a estar esperando”, desafió, al borde del colapso. La construcción que tenga en mente el arco opositor ya sabe a qué se enfrenta. ¿Será capaz de actuar con inteligencia?
Los antecedentes no presagiaban un resultado favorable. En la previa, las apuestas corrieron hacia el lado de la resignación, avaladas por diez años de infortunio. Sin embargo, el equipo fue capaz de torcer la historia con una cuota de calidad. No tanto como para embriagar de lujos a la afición que acompañó, pero sí con mucho de voluntad y sacrificio. Al parecer, la muchachada está enviando mensajes de recuperación luego de haber tocado fondo al compás de una goleada histórica. Acarreando problemas de lesiones y con la novedad de un protagonista que se plantó y le dijo “no” a la posibilidad de jugar en un puesto que no siente, el sabalé comenzó su camino hacia los veinticinco puntos con los que pretende cerrar el torneo.




La afición se fue conforme. Un empate, después de la vergonzosa goleada, frente al puntero, no es para despreciar. Sin embargo, una vez estabilizadas las pulsaciones, y ya inmersa en la frialdad del análisis posterior, una sensación de inquietud, con vistas al futuro, sobrevoló la observación generalizada. Los veinticinco puntos que pretende sumar la dirigencia, para negar un nuevo fracaso, pueden ser factibles en los cálculos forzados pero no en el ánimo de la masa colonista que siente estafada su confianza. Este torneo se vendió con demasiada parafernalia triunfalista como para alentar, a la hora del quebranto de ilusiones, el consuelo de una campaña aceptable. Cuanto más profundo es el corte, más cuesta cicatrizar la herida.


La falsa pertenencia sigue marcando hitos en lo que va de su brillante gestión. Semejante vergüenza, como la del domingo, quedará escrita con sangre en los anales de la entidad por los siglos de los siglos. Estos dirigentes, este flamante cuerpo técnico –también el anterior– y estos profesionales, cargarán sobre sus hombros la pesada mochila de una goleada histórica. ¿Podrá el sabalé recomponer su imagen frente al líder del torneo en la próxima fecha? Pinta para misión imposible. Las preguntas se suceden. ¿Qué pasó para que los referentes terminaran pidiéndole “piedad” al adversario? ¿Error en el planteo táctico? ¿Deficiente interpretación del libreto? ¿Bajos rendimientos individuales? ¿Pésimo estado físico? Un poco de todo y más.

Luego de meses de desconcierto, un triunfo no sólo nutre el ánimo de los jugadores, también potencia las expectativas del debutante. Sin embargo, bien valdría rascar un poco la cáscara. Analizar noventa minutos según la producción de cuarenta y cinco es contar una verdad a medias. Hacer hincapié en la muy buena actuación del primer tiempo, evitando examinar la respuesta del equipo durante el segundo es manipular la realidad. “Terminamos sufriendo”, sentenció el arquero una vez finalizado el encuentro. Y es exactamente en ese punto donde la victoria no debe nublar la observación profunda. Tampoco habría que soslayar la parte que le corresponde a un rival que ofreció innumerables ventajas hasta que decidió ajustar y complicar en el final.
