miércoles, octubre 11, 2006

Confesiones sin red


Suenan duras las palabras cuando desnudan falsedades. Sin embargo, bienvenidas sean si de desenmascarar la mentira que edificó esta dirigencia se trata. Las jugosas declaraciones de JCT no son una novedad; simplemente blanquean, para el simpatizante despistado, una serie de situaciones que eran bastante evidentes. Que lo usaron, no cabe duda. Que el presidente no sabe un pomo de fútbol, tampoco. Que la pertenencia fue un burdo slogan atrae votos, menos. Que nadie tuvo la valentía de hablarle de frente, ídem. Y así se podrían seguir enumerando todas y cada una de sus sentencias. Lo lamentable, en este caso, es tener que desembocar nuevamente en el planteo de un interrogante recurrente ¿por qué es tan fácil engatusar a los colonistas? Para pensar.

La demagogia, el verso, las evasivas, las mentiras y demás yerbas, han sido –y continúan siendo– moneda corriente. Negar lo evidente sería negar la realidad. El saber popular reza “el pez por la boca muere” y basta escuchar los discursos de los popes rojinegros para confirmar la doctrina callejera. De todas maneras, cuando los hechos están consumados sólo queda hacer el esfuerzo de prestar atención para no volver a caer en el engaño del pasado reciente. Un ejercicio tan simple como estar alerta y alzar la voz donde corresponde cuando se considere conveniente, tanto como para no repetir errores a sabiendas. Ese es el único camino posible.

También sería bueno no confundir, JCT no es el malo de la película. En lo que a él respecta, arriesgó y perdió, un desenlace que estaba dentro de los cálculos. Quizá su mayor pecado haya sido lanzarse al ruedo de primera cuando aún no era el momento. O, tal vez, creer en la palabra “proyecto” cuando los mismos dirigentes no tienen idea qué significa. Lo cierto es que lo fueron a buscar con bombos y platillos y lo despidieron como nadie merece. Doloroso final para una relación en donde el sentimiento por los colores debería haber unido voluntades y no causado el efecto contrario.

Del otro lado, los contraargumentos asoman tan débiles como insostenibles. Más les valdría llamarse a silencio, habida cuenta de sus indiscutibles responsabilidades en esta historia. Y si bien lo mejor es mirar hacia delante con optimismo, reflexionar acerca de las trastadas siempre resulta provechoso. Después de todo, como dijo el poeta Serrat: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.


APOSTILLAS

Dijo: “Hay mucha falsedad en la dirigencia de Colón. Porque hay una persona como LH que no lo quiere nadie. Dicen ‘lo tenemos que tener acá porque nos soluciona un montón de cosas’. Hay que sacarse la careta y decir la verdad”. [Cercenado por el pasquinejo local]

Dijo: “Así, con esta manera de dirigentes que tiene Colón, hoy por hoy el futuro es muy oscuro”. [Cercenado por el pasquinejo local]

Dijo: “Se trajo lo que daba el presupuesto de Colón. Me arrepiento de no haberme hecho fuerte en el tema de las contrataciones, en traer los jugadores que yo realmente, a lo mejor salían caros, quería traer”.
[Cercenado por el pasquinejo local]

Dijo: “Los proyectos hay que bancarlos. Acá las palabras se las lleva el viento. Los dirigentes te dicen una cosa de frente y por atrás te clavan un puñal”. [Cercenado por el pasquinejo local]

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