
El emblemático anillo está comenzando a minar la carcaza blindada del portador. Siempre pensó que el "todo pasa", tan útil para explicar hacia afuera la insoportable levedad del ser y su circunstancia, obraría de escudo protector exceptúandolo de su nocivo alcance. Sin embargo, cuando le vendió el alma al diablo, con la complicidad de sus fieles acólitos, dio por iniciada su propia cuenta regresiva. Ya ni siquiera puede sostener los firmes lineamientos con que disciplinó a la tropa y cimentó su poder. Rodeado de obsecuentes, a quienes supo comprar con billetes y dádivas de todo tipo y calibre, hoy asiste a su hora más aciaga, resistiendo la decrepitud del transcurrir del tiempo dando saltos al vacío. Esos mismos obsecuentes que, llegado el momento, mirándolo con resignación, le recitarán de memoria, en su cara, la famosa frase de cabecera.
El papelón no tiene fecha de vencimiento; marchas, contramarchas, sincericidios, desmentidas, actores decadentes y una trama, en la que si no estuvieran en juego los dineros públicos, sería digna de un vodevil decimonónico. El don perdió el control de su amada asociación y ahora sólo tiene margen para interponer un pedido de prórroga. Desacatar la orden de "la televisión" -eufemismo con el que evitan nombrar al verdadero dueño del negocio- no figura en los planes de nadie; el aroma a moneda fresca -metodología con la que el socio acostumbra a comprar voluntades- surte el mismo efecto que la sangre para los vampiros. Los insaciables dilapidadores harán su parte. Respaldar el proyecto ante la opinión pública, dibujar las incomparables ventajas, endulzar los oídos, procurar que la cirugía sin anestesia sea lo más indolora posible.
En la aventura, tomando el caso vernáculo, ya embarcaron al selecto y conocido grupete de parodistas a sueldo. Bajar los decibeles, es la consigna. Lo que el martes era un absurdo, días después se transformó en una cuestión bajo estudio. Compás de espera, hasta que aclare. O a hasta la próxima derrota del modelo. "La felicidad del pueblo", como machaca un fiel militante del fútbol para pocos, jamás será negociada. Ese eficaz instrumento de penetración propagandística es el botín más preciado; si la movida, de paso, voltea unos cuantos enemigos, mejor. Efecto arrastre, que le dicen. Lo cierto es que, en su torpeza, no contaron con la voz del soberano; que en lugar de aplaudir la medida, como esperaban, puso el grito en el cielo. Quienes creen que a su paso pueden voltear muñecos como en un juego de salón, tendrán que repensar los próximos desplazamientos. Con la pasión, no señora.

La obsecuencia socava cualquier intento por huir de la mediocridad. Aunque algunos están tan acostumbrados a hacer la plancha en las caldosas aguas de la insignificancia que difícilmente intenten encarar el camino de la superación personal, por la simple razón de estar conformes con la silla que calientan desde hace años sin mayores esfuerzos. Si además, confían en haber tejido una remendada red de adictos a similar cosmogonía, pues ¿para qué gastar tiempo en cuestionamientos o replanteos? Si además, resultan bien recompensados por su servilismo a ultranza, pues ¿para qué cambiar la valoración profesional? La imagen que cada mañana les devuelve el espejo, emparentada con la falta de dignidad, satisface, cubierta por el delgado manto del localismo mal entendido.
Mientras el excelentísimo señor presidente disfruta de las mieles del éxito personal -en realidad, una mínima muestra-, pacientemente elaborado en detrimento de la pasión que domina a las gradas, la inquietud gana espacio entre socios y simpatizantes. Con el evento continental en pleno desarrollo, los aprestos oteando el próximo torneo parecen resumirse a la contratación de incorporaciones para remendar el cuerpo técnico. En los días previos al inicio de la pretemporada los movimientos de la dirigencia apuntan a poblar el banco de suplentes de colaboradores más que de profesionales que jerarquicen el plantel. Entre otros, un viejo conocido oficiará de apoyo -¿directriz? ¿logístico? ¿moral? ¿espiritual?- al eterno «ito» en busca del afianzamiento del "proyecto".